Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- La luz es propicia, todo te aclama, sal al escenario que despide al verano. Roza con los cristales las pupilas de la vida que pasan por tu andar de lago falso, oye el recitar de un inicuo reflejo.
Espejo, sal a reproducirte en espejitos baratos de los que venden en el mercado.
Traiciona los ojos cerrados, la espalda manchada, el atronador rayo que confunde los cuerpos.
Saca a relucir el miedo de la bruja encantada que te miente, que engaña los labios y exprime los granos.
Espejo de media luna, de cuarto menguante, de cuarto, de edificio viejo y recalcitrante, de espectros agigantados en la noche.
Espejo de agua, mírate, húndete en los paladares del diablo, enjuíciate en el paisaje que solo tú miras, camino que solo tú caminas, paso que pisas, paisaje que dibujas, enróscate en la noche como un perverso reptil que saca la cabeza de adentro de todos los cuerpos.
Mírate en el miedo, en los encabronamientos ajenos, mírate en los rostros podridos, en los esqueletos, en los rencores, en las pasiones, mírate en nosotros.
Cópiame, dilapídame, resbálame adentro, manipúlame, hazme la casa, el patio, la soledad a la medida de una palabra estrellada.
Abre el tabernáculo para que entre y salga el Dios de los hebreos, el que me cita en los calendarios de los romanos y me crucifica por ateo. Muerde el muégano de mis deseos achícame cóncavo, convexo, enrédame en el espesor sonido de los metros, en el líquido descorrer de las cortinas.
Habitada habitación, quédate afuera, mira la luna cómo se enamora de los mares y los lagos, confundida.
Mira el engaño cruel de tu realidad vulnerada, ahora que eres cierto, tú eres el espejo, el verdadero ser existente en la sala, en los adornos de las madrugadas, en los moños de las mujeres adoradas, en el fuego de las tertulias, en los baños de vapor, en los tormentosos cristales entre el aluminio y la plata barata.
Eres el alma de las personas, espejo de Galadriel que sueña el futuro, espejo del deseo, imantado por dentro, descontroladamente pegado al reflejo.
Quiébrate, súdate, hazte añicos, dóblate, mójate la cara, enrédate el pelo de la mañana, mira mi cara, el fondo, el todo, la nada, el peine, la brillantina, el gel, la crema, la nata, el agua.
Espejo de Wilde que mira la sabiduría, donde nadie se mira. Espejo del cielo y de la tierra, espejo infiel. Mírate si puedes, si tienes el valor y la melancolía de saber.
Espejo del alba, Ifigenia cruel, redentor barato, instrumento del sol. Luz artificial de la noche. Espejo, de una vez salte de ahí a ver qué hay, a ver en dónde cabrías para celebrar esta vez, antes de no volvernos a ver.
HASTA LA PRÓXIMA.
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