Max Ávila
Cd. Victoria, Tamaulipas.- La situación que vive Michoacán es hasta ahora el desafío más importante para la 4T, tanto que Sinaloa pasa a segundo término considerando que en esta última entidad las bandas delictivas están en proceso de auto exterminio, hecho que de alguna manera aliviana la tarea oficial. Es cosa de tiempo para que la calma regrese a la tierra de “El chapo” y “El mayo”, y pa’l baile vamos.
En cambio, el estado de mi general Lázaro Cárdenas está convertido en el laboratorio de los buenos propósitos. En este sentido doña Claudia anunció este martes un plan para alcanzar la paz y la justicia que, como sucede en otras partes de la república, tiene como objetivo acabar con la violencia atacando los orígenes mediante una estrategia integral con la participación de todos los sectores que habrán de ser escuchados por al llamado “Gabinete de Seguridad Nacional”.
Ni cómo negar que Michoacán es el punto G de una crisis que se vino cocinando desde hace años. Los crímenes recientes de activistas, funcionarios y personas de bien, han despertado la conciencia popular al grado de que hasta el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla está en riesgo de perder el cargo cuando las manifestaciones de repudio y falta de seguridad se multiplican señalándolo como el principal responsable. Y debió sentirlo en carne propia durante el velatorio del alcalde de Uruapan Carlos Manzo Rodríguez de donde fue literalmente expulsado en medio de gritos de “¡asesino, renuncia!”. Y era tanto el enojo que de no ser por las decenas de “guaruras” salvadores, seguro lo hubieran linchado. Ramírez Bedolla es morenista sucesor de ese pillo de siete suelas, el perredista Silvano Aureoles acusado de corrupto y ahora prófugo de la justicia como algunos panistas cuyos nombres son mal recordados, sobre todo en Tamaulipas.
De manera que por aquellos andurriales la gente está encabronada. Cierto es que los opositores aprovechan aportando lo que a sus intereses conviene, pero la verdad es que el poder de la delincuencia supera a las autoridades, incluso a las fuerzas armadas. ¿Cómo es posible que Carlos Manzo sufriera el atentado cuando “lo cuidaban” catorce elementos de la Guardia Nacional además del grupo de policías municipales “seleccionados”, según dicen, por la propia víctima?. Esto suena más a broma macabra que al interés de preservar la vida de un líder social. Igual que el reciente crimen de Bernardo Bravo Manríquez, dirigente de los productores de limón en el Valle de Apatzingán.
Desde luego que en la multiplicación de la violencia gran culpa la tiene el PRIAN, pero aceptemos que en la 4T no siempre cumplen a carta cabal su responsabilidad. Y es que en algunos casos el protagonismo se impone. Ejemplo es Omar García Harfuch, el secretario de Seguridad Ciudadana cuya imagen es muy cuidadita al aparecer tanto en los medios de comunicación, como al lado de la Señora Presidenta. Y no se diga si encabeza eventos donde es la estrella principal como en la comparecencia en la cámara de diputados, donde dos legisladoras de Morena se arañaron y rasgaron la vestimenta y algo más, por el gusto de permanecer junto al funcionario. “Es que está bien guapo”, dijo una de ellas.
El asunto es que el partido de la Transformación pierde terreno y con ello el idealismo y la magia que lo envuelve desde los tiempos de AMLO. Ese plan para rescatar Michoacán podría llevar lustros y no debiera ser el único si tomamos en cuenta la urgencia de pacificar a numerosas entidades cuya sobrevivencia ciudadana depende del estado de ánimo de los grupos delictivos. Y ni modo que sea invento.
SUCEDE QUE
Pende de un hilo la orden de aprehensión de Cabeza de Vaca con el proyecto en manos de la ministra Lenia Batres. Sea que la decisión de su vigencia está próxima a resolverse y pareciera que, debido a las circunstancias políticas, no sería muy favorable al ex gobernador, aunque un pequeño triunfo es lograr que sus defensores tengan pleno acceso al expediente respectivo.
Y hasta la próxima.







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